martes, abril 26, 2011

I dont spic espanglish.

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El mercado hispano en EU es más bien curioso.

Más que una mezcolanza sin forma, son como los albores de una nueva nacionalidad.


La forma de hablarles es única por la amalgama cultural que representan, por las ambiciones que persiguen y por las circunstancias que los tienen viviendo allí.

Bajo un término que deberíamos recuperar, y que lo define mejor: tienen una diferente cosmogonía.

Son una burbuja. Y su publicidad a últimas fechas ha tenido una evolución muy importante. Cambió porque las personas, sus motivadores y definidores de compra cambiaron.

Cambió porque ya no sólo son inmigrantes, o hijos de inmigrantes, ni nietos de inmigrantes. Ya son estadunidenses. Sí, pero con nombres hispanos y una lengua que permea incluso entre los angloparlantes de nacimiento.


Son más de 50 millones de hispanos en un país de 310 millones de habitantes, la inversión publicitaria para este mercado en 2010 casi llegó a los 5 mil millones de dólares.



Antes sólo era pura nostalgia, picardía pocha, historias de superación y éxito y demás clichés al estilo 'Lente Loco', aquel infame programa de Univisión que pasaban por las madrugadas entre infomercial e informercial... (¿Qué..? ¿Ahora me van a decir que usteden sólo veían HBO para combatir el insomnio?)


Ahora, ese suculento nicho está siendo abordado con la mejor de las armas: la creatividad.









Como nos daremos cuenta, uno de los leit motiv en los -bien hechos- comerciales, es la ausencia clara de un acento en específico. Hablan con un acento tan, tan neutral, que ya es una seña característica de los anuncios para el mercado hispano.







El siguiente sí se escucha más mexicanón -qué le vamos a hacer-, pero nos cuenta un gran slice of life.







Arggh! Casi, casi. Había empezado muy bien. Es una gran historia. Tiene unas actuaciones muy bien bordadas. Me tenía atrapado... Hasta que apareció el producto. Una lástima.


Claro, algunas veces siguen cayendo en la tentación del revanchismo cultural y ello, en ocasiones, va en detrimento de la solvencia del anuncio.





Burlarse de un güerito para algunos ta'mal, para otros ta'bien. Pos ta'bueno.


Y otros, de plano, siguen la misma fórmula de antaño. La familia, los encuadres bonitos, la prosperidad, la aspiración. Pero con un omnipresente tufillo de apología de los recuerdos y el terruño...

...Y la mala costumbre de explicarle hasta el cansancio las características del producto al espectador. Como si fuera uno tonto, carajo.







Siguiendo con esta curva descendente de ejemplos, tienen que sentarse a ver esta monada:







Ah, pero no ponen 'tú puedes ser la primera mujer con dos salchichas'... Si bien saben que las latinas son rebuenas pa'l petate y m... ¡Ok, ok. Ya pues, ya pues. No dije nada!





Anuncios malos siempre habrá en todas partes, en todos los idiomas y para todos los públicos.


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Pero de pronto, alguien se da cuenta que para hablarle a un grupo casi homogeneizado de personas que sólo compartían el mismo idioma pero con diferentes expresiones, acentos disímiles, un abanico de tonos de piel, distintas creencias, sin hablar de los dislates en términos económicos y educativos; no tenían que utilizar un particular código cultural con cada uno para hacerse entender.


Bastaba con una idea poderosa.










Una buena idea -claro está- sin estrategia, es una mera ocurrencia.


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